Domus romana



Como en todo el mundo mediterráneo, las primeras viviendas de los romanos debieron ser una especie de cabaña redonda u ovalada con la cubierta cónica de troncos recubiertos de cañas y paja (casae o tuguria). Inicialmente servían para proteger a los agricultores de épocas antiguas durante los trabajos del campo y después de vivienda familiar, en la que todos los miembros de la familia vivían juntos y donde se cocinaba la comida, se realizaban todas las tareas domésticas, se ofrecían los sacrificios a los dioses y se habilitaba por la noche para acomodar las camas de todos.

Desde estos remotos precedentes, la evolución de la casa urbana sigue patrones diferentes según la tipología de la vivienda, muy distintos según las posibilidades económicas de cada familia.

        1. Las más humildes vivían en edificios de pisos (insulae), construidos con materiales de muy poca calidad que los exponían a incendios y derrumbes. Las dimensiones eran variables pero siempre pequeñas, generalmente de una sola habitación en la que se concentraban todas las actividades de la familia. El crecimiento de la población de Roma provocó el aumento de las insulae y el aprovechamiento vertical de la propiedad inmobiliaria, lo que obligó en distintos momentos a establecer normas reguladoras (por razones de seguridad, Augusto limitó la altura de las insulae a 70 pies).
        2. Las familias acomodadas vivían en casas unifamiliares (domus). La domus fue la casa urbana típica de Roma durante la República y el Imperio, en contraposición a las casas extramuros que se llamaban villae, tanto las construidas fuera de las murallas de Roma (villae suburbanae) como las levantadas en medio del campo (villae rusticae), de configuración diferente al estándar de la domus para dotarlas de dependencias anexas especialmente habilitadas para los útiles y trabajos agrícolas.




Vista general de Pompeya. Al fondo, el Vesubio



La domus romana parece seguir el modelo de la primitiva vivienda etrusca, de forma rectangular con apertura también rectangular en la cubierta, que permitía la entrada de luz, la salida de humos y la recogida del agua de lluvia, en un claro precedente de lo que después serían el compluvium, el impluvium y el atrio de la casa romana clásica (domus).

Los materiales empleados para la construcción de las paredes (parietes) varió con el tiempo, el lugar y el coste del transporte. Los primeros materiales utilizados en Italia fueron la piedra pulida, los ladrillos sin cocer (lateres crudi) y los ladrillos cocidos al horno (lateres cocti). La madera sólo se empleaba en estructuras temporales. En época clásica se generalizó el uso del cemento (caementum), más barato, más duradero y más fácil de trabajar y transportar que la piedra o el ladrillo.

El exterior de las paredes solía ser austero, sin aberturas ni adornos, por lo que los muros sólo se cubrían con estuco.

En cambio, al ser el travertino (lapis tiburtinus) una piedra muy abundante y fácil de conseguir, pero al mismo tiempo muy apagada y poco atractiva por el color, las paredes interiores solían decorarse con vistosos recubrimientos de estuco o de mármol, que conferían un acabado más elegante.

En un primer momento, las paredes estucadas se pintaban con colores vivos y llamativos, sobre todo rojo y amarillo. Más adelante las paredes empezaron a recubrirse con losas finas de mármol con salientes y cornisas. La combinación de mármoles en distintos tonos creaba efectos artísticos. Finalmente llegaron a las casas las figuras de estuco en relieve, enriquecidas con oro y colores, y los mosaicos, principalmente hechos de piezas de cristal de colores.

En las casas más modestas el suelo (solum) se formaba suavizando la superficie entre el perímetro de las paredes cubriéndola con una capa gruesa de trozos de piedra, ladrillos y tejas (pavimentum) y allanándola con un objeto pesado (fistuca).

En las casas más lujosas el suelo se hacía con piezas de piedra ajustadas unas con otras, con cemento o con losas de mármol formando figuras geométricas. También era frecuente la utilización de mosaicos para la ornamentación de algunas partes del pavimento.

Los romanos construyeron sus casas cuyas características típicas se mantuvieron inalterables durante siglos. Las proporciones podían variar según el tamaño y la forma de la parcela y el lujo y el número de habitaciones dependía de las posibilidades y gustos del propietario, pero el núcleo era siempre el mismo. La domus romana era una vivienda ocupada por una sola familia, tenía planta rectangular y normalmente una sola altura; se encontraba aislada del exterior por paredes uniformes con muy pocas aberturas. Las habitaciones se abrían todas hacia el interior de la casa, desde donde recibían la luz a través del atrio y, después, del peristilo. Por norma general, existía un único acceso a la parte frontal mediante una puerta que daba a la calle (cuando la domus se amplió con el peristilo, este espacio podía tener acceso directo desde una calle lateral a través del posticum). Si la fachada de salida daba a una calle comercial, el propietario podía habilitar las habitaciones situadas a los lados de la entrada y destinarlas a actividades económicas (tabernae), sin ver reducida su intimidad ni quedar privado de la luz natural que llegaba del atrio.
Las primeras domus eran sencillas y austeras y cada habitación tenía su uso particular:

          • A la entrada principal se llegaba por el vestibulum, pequeño espacio resguardado anterior a la puerta (ostium), que daba a un corredor llamado fauces.
          • El atrio (atrium) era el primer cuarto que se encontraba y el centro de la vida familiar. Era un gran espacio cubierto por un techo agujereado por una gran apertura en medio (compluvium) que daba claridad y ventilación y dejaba caer el agua de la lluvia al impluvium, un receptáculo rectangular que la recogía y desde la que pasaba a una cisterna subterránea. Un pequeño pozo al lado permitía sacar el agua. Originariamente es donde estaba el hogar (focus), donde se cocinaba y comía y donde se colocaba, sobre una mesita de mármol, una capillita consagrada a los dioses de la casa (lararium).
          • A ambos lados del atrio se ubicaban los dormitorios (cubicula) y las alas (alae), que eran estancias que ampliaban su espacio.
          • El tablinum estaba situado detrás del atrio, separado por una cortina o una verja de madera. Era el despacho del pater familias, donde recibía las visitas y guardaba el archivo familiar.
          • Las habitaciones que flanqueaban la entrada podían estar abiertas al interior o ser completamente exteriores y destinadas a usos comerciales (tabernae).
          • Muchas casas tenían un jardín (hortus) a lo largo de la pared trasera.
          • En el fondo de la edificación solía haber una cuadra, donde se guardaban los carruajes y las ánforas, una habitación para el capataz (villicus) y los cuartos de los esclavos.

Progresivamente, a partir de las Guerras Púnicas, las familias acomodadas convirtieron en tendencia ampliar la domus al estilo helenístico añadiendo el peristylum, rodeado de dependencias de procedencia griega (triclinium, exedra, nimphaeum, bibliotheca). A partir de entonces la domus se volverá cada vez más cómoda, amplia, ventilada, soleada y elegante.










Partes de la domus



A.- VESTIBULUM

La casa urbana se construía sobre la línea de la calle. La puerta exterior se llamaba ianua y la interior ostium, pero ambas palabras acabaron por emplearse indistintamente, y la segunda incluso se aplicaba a toda la entrada. Las puertas dobles se llamaban fores (la puerta trasera que desde el peristylum daba a una calle lateral se llamaba posticum). Sin embargo, las puertas no eran muy frecuentes en el interior de las casas: los romanos preferían separaciones más sencillas, generalmente con sólo unas cortinas (velae).

En las casas más pobres la puerta estaba anclada en el muro frontal, lo que significa que quedaban separadas de la calle sólo por la anchura del umbral.

En las más refinadas, entre la acera de la calle y la entrada de la domus había uno o dos escalones que llevaban a un rellano formando un espacio delimitado por el umbral (limen inferum), el dintel (limen superum) y los montantes (postes). En la parte interior se fijaban las puertas, que se abrían hacia adentro. La puerta estaba dividida en dos hojas (valvae), cada una de las cuales a su vez podía estar cortada horizontalmente a media altura, permitiendo abrir la parte superior dejando cerrada la inferior. Eran puertas grandes y fuertes que se cerraban desde fuera con cerrojo y desde dentro con barras (serae), pestillos de madera (repagula) o cerrojo (pesulus). El soporte de la puerta era un cilindro de madera maciza algo más largo que la puerta y con un diámetro mayor que el grosor de las hojas. La parte que excedía de la altura de la puerta se encajaba por arriba y por abajo en los dos agujeros que había en el dintel y en el umbral. Las entradas y las puertas recibían a menudo cuidados artísticos. Los montantes se podían recubrir de mármol y las puertas, trabajadas en relieves, se rodeaban con marcos de bronce.

Las puertas de la domus eran sagradas y tenían sus propios dioses protectores (Ianus, Forculus, las puertas; Limentius, el umbral; Cordea, las quicios). En el pavimento de la entrada era frecuente encontrar un saludo (Salve! Cave canem). A veces sobre la puerta había inscripciones de buen augurio (nihil intret mali). El tramo existente entre la puerta de entrada y el atrio se denominaba fauces, donde era frecuente colocar un banco para las visitas. También era habitual que, en la parte más alejada de la puerta y cercana al atrio, colgara del techo una cortina para evitar miradas curiosas desde la calle si en algún momento se dejaban las puertas abiertas. En los laterales del vestibulum y las fauces, se podían habilitar unos habitáculos destinados a tiendas (tabernae) con entrada exclusiva desde la calle; en las mejores casas, el propietario podía renunciar a cerrar los dos espacios más cercanos al vestibulum (o uno de ellos) para dar mayor amplitud a la entrada, a modo de recibidor donde se colocaban plantas, flores, estatuas y otros adornos. Probablemente era la parte de la casa donde se acumulaban los clientes que hacían cola para llegar al atrio, donde cada día tenía lugar la salutatio matutina (los clientes se reunían aquí a primera hora de la mañana para saludar al propietario y recibir la sportula). A veces, si las casas tenían un esclavo con funciones de portero (ostiarius o ianitor), se le podía reservar un sitio detrás de la puerta (excepcionalmente un cuarto para su uso personal).

Tabernae: eran habitáculos de muy distintas superficies destinados a establecimiento de comercio. Por lo general, tenían acceso exclusivo desde la calle, pero en ocasiones, excepcionalmente, podían comunicarse con el interior de la domus. Las ubicadas a los lados del vestibulum podían confiarse a un liberto o al esclavo del atrio. Si la domus ocupaba toda la parcela, las estancias exteriores de las fachadas laterales podían ser destinadas, además, a pequeñas viviendas de alquiler.
Generalmente tenían un mostrador de obra para la mercancía y jarras empotradas en las paredes para conservar las bebidas. En la parte inferior del mostrador existía un espacio para el fuego (si el producto se servía caliente) o para el hielo (si se servía frío). Las tabernae eran pequeñas y se compraba desde fuera. Algunas muestras de los productos se colgaban en la pared exterior y sobre la puerta se escribía el nombre del tendero.
Encima, cuando había planta superior, se podía habilitar una pequeña vivienda (pergula), a la que se accedía por una escalera interior o directamente desde la calle. El dueño podía cederlo al tendero o alquilarlo a terceros, normalmente a familias pobres (qui in pergula natus est, aedes non somniatur).



B.- ATRIUM

El atrio (atrium) era el elemento básico de la casa romana. Era el espacio central cubierto por un techo (tectum) que presentaba una apertura en medio (compluvium) para dar luz y ventilación y permitir derivar el agua de lluvia hacia el impluvium, un receptáculo rectangular que la recogía y canalizaba hacia una cisterna subterránea. Un pequeño pozo al lado permitía su reutilización. Se clasifican según cuatro estilos distintos:

atrium tuscanicum (atrio etrusco): el techo estaba formado por cuatro vigas que se cruzaban en ángulo recto; el espacio interior se dejaba abierto y formaba así el compluvium.
atrium tetrastylon (atrio tetrástilo): las vigas eran sostenidas por cuatro pilares o columnas.
atrium corinthium (atrio corintio): sólo se distinguía del tetrástilo por tener más de cuatro columnas.
atrium displuviatum (atrio de desagüe): el techo se inclinaba hacia las paredes exteriores y el agua era evacuada hacia fuera mediante salientes; este tipo de compluvium sólo dejaba entrar y recoger el agua que realmente caía desde el cielo.

Durante el siglo I aC, el atrium dejó de ser el centro de la vida doméstica y se convirtió en un pequeño salón de gala empleado sólo para exhibirlo. Cuando se introdujo el peristylum, se debió sentir la necesidad de habilitar una zona independiente para la cocina y después para un comedor (posiblemente como una zona para cocinar y comer al aire libre). Al peristylum se añadieron después otras habitaciones, convertidas en dormitorios para una intimidad aún mayor. En una fase posterior, estas habitaciones se necesitaron para otros fines y los dormitorios fueron trasladados a una planta superior. La aparición de estas plantas superiores ocurrió probablemente a raíz de la presión inmobiliaria y el incremento del valor de los terrenos debido a la constante expansión de la ciudad.

En este estado más avanzado de la casa romana, el atrium empezó a ser decorado con todo el esplendor y la magnificencia que el propietario podía permitirse. La apertura del techo se hacía mayor para recibir más luz, lo que precisaba de una arquitectura porticada en la que los pilares que la sostenían eran de mármol o maderas preciosas. Entre estas columnas y en las paredes se colocaban estatuas y otras obras de arte. El impluvium se convirtió en un recipiente de mármol, con una fuente en el centro, ya menudo estaba ricamente trabajado y adornado con figuras en relieve. El suelo era de mosaico, las paredes se decoraban con pinturas al fresco de colores llamativos o con artesanados de madera o mármol de muchas tonalidades. Los techos también se podían recubrir con mármoles, marfil u oro. En ocasiones, bajo la apertura del compluvium se colocaban telas de magníficos tejidos para matizar la entrada de la luz, con pebeteros de perfumes, mesas de mármol, estatuas y el estanque central. En este atrium más decorado el anfitrión recibía a sus invitados o a los clientes (salutatio matutina).

Entre el impluvium y el tablinum, en el lugar donde había estado el fuego del hogar, aparece a menudo una mesa de mármol, con fines puramente decorativos (cartibulum), que sustituía a los primitivos altar (lararium) o pequeña capilla (sacellum, aedicula) dedicados a los dioses Lares, al Genius de la casa u otras divinidades familiares.

A los lados del atrio estaban las alas (alae) y los dormitorios (cubicula).

Cuando la domus se agrandó con el peristilo, las habitaciones se trasladaron y las alae se convirtieron en dos espacios rectangulares totalmente abiertos a derecha e izquierda del atrium, donde se guardaban en vitrinas los bustos de los antepasados ​​(imagines).






Atrio de Villa San Marco (Castellammare di Stabia)




C.- TABLINUM

Se trataba de un cuarto situado justo frente a la entrada y detrás del atrio, sin puertas (ocasionalmente se podía aislar con unas cortinas colgadas en soportes de bronce. Su nombre podría derivar de que era allí donde el pater familias guardaba sus libros de cuentas y los documentos privados de la familia (tabulae) así como el arca del dinero (arca), que en tiempos antiguos estaba encadenada al suelo.

Por su posición dominaba toda la casa: controlaba la entrada y tenía en su campo visual todas las estancias que daban en el atrio; cuando a la domus se le añadió el peristylum, en tanto que situado justo entre estas dos partes, el tablinum permitía controlar el paso al peristilo y también el acceso a todas las habitaciones y dependencias de esa otra parte de la casa.

Sin embargo, el dominus podía asegurarse una privacidad total cerrando las puertas de dos hojas que lo separaban del peristylum y corriendo las cortinas de la abertura del atrium. Debió de ser también el cuarto donde los hijos de la familia recibían instrucción y formación académica. Solía ​​haber armarios, estantes, bancos para los estudiantes y una silla (cathedra) para el maestro, además de alguna imagen de Apolo, Minerva o de las Musas. Si el tablinum se dejaba abierto, los invitados o visitantes que entraban por el ostium podían ver todas las partes públicas y semipúblicas de la casa. Cuando el tablinum estaba cerrado, el acceso al peristylum se hacía por los dos pasillos laterales que se abrían a los lados (fauces).






Casa de Marco Lucrecio Fronto (Pompeya). Tablinum



 
D.- PERISTYLUM

El gusto por el lujo y el incremento del número de esclavos domésticos generó la necesidad de disponer de una zona más señorial en la que se pudiera disfrutar de mayor privacidad e intimidad.

De inspiración helenística, el peristilo se convirtió con el tiempo en la zona más importante de la casa, desplazando el atrium que quedó destinado al servicio doméstico. Se trataba de un espacio interior construido a continuación del atrio pero de tamaños más grandes. Con columnas a los cuatro lados, el peristylum era una zona abierta al cielo y rodeada de las habitaciones de descanso de la familia (cubicula), más amplias y lujosas que las que rodeaban al atrio, que quedaron para los criados. Las habitaciones podían disponer de una antecámara (procoeteon), que ocupaba el criado de confianza (cubicularius). Cuando se podían cerrar con llave recibían el nombre de conclavia.

Los pavimentos del peristilo solían adornarse con mosaicos y las paredes presentaban con frecuencia pinturas murales con motivos y colores de gran variedad.

En ocasiones, el espacio podía tener acceso directo desde una calle lateral a través del posticum.

Aparte de las habitaciones, las dependencias más características del peristylum fueron las siguientes:

Triclinium: el refinamiento de las costumbres y de la vida social hizo frecuente disponer de este espacio para celebrar las comidas, en detrimento del tablinum o del cenaculum. Se habilitaban camas de mampostería, con cierta elevación en la parte más cercana a la mesa, cubiertos de almohadas que evitaban la dureza de los materiales. La mesa también era de mampostería, a veces portátil. En las casas más ricas, se llegó a construir un triclinium orientado hacia el mediodía para el almuerzo en invierno (triclinia hiverna) y otro con orientación norte para el verano (triclinia estiva).
Los comedores podían ser enormes y elegantes, con techos trabajados (lacunaria) y pavimentos de mármoles y mosaicos, representando escenas y cuadros de gran belleza.

Oecus: cámara de uso íntimo, que servía de comedor más amplio y lujoso que el triclinium.

Culina: las primitivas casas romanas carecían de cocina: las comidas se preparaban en el atrio. Cuando aparecieron las primeras cocinas, eran habitáculos pequeños y mal dispuestos. Con el tiempo, la cocina representó un refinamiento y se convirtió en una de las principales partes de la casa. El espacio solía tener un fogón de obra, colocado en un ángulo y adosado a las paredes, pero sin chimenea, lo que constituía una molestia y un peligro por el riesgo de incendio.

Exedra: era una sala grande, ubicada en el extremo más alejado de la entrada, bien decorada y abierta totalmente al peristilo. Se utilizaba para recibir visitas y ofrecer un sitio privado donde conversar y discutir. También era un lugar de descanso donde se podía hacer la siesta.

Bibliotheca: se acostumbraba a orientar al este para que la luz de la mañana iluminara la cámara y para evitar la humedad del viento de poniente. Conservaba los volúmenes en armarios de madera o en cajones (armaria, loculamenta, feruli, nidi) según estén enrollados o encuadernados.

Balnea: en el siglo II aC pocas casas tenían baño y, si las tenían, era muy sencillo. Las zonas de agua ganaron importancia a finales de la República, cuando se convirtieron en pequeñas termas privadas con caldarium, frigidarium y tepidarium. Su utilidad como espacio para la limpieza es limitado: en el baño de la casa (lavatrina) los miembros de la familia se lavaban brazos y piernas todos los días; pero la higiene del cuerpo se hacía una vez por semana en las termas o baños públicos. El baño solía encontrarse cerca de la cocina para poder proveerlo con rapidez de barreños de agua caliente. En ese espacio también se depilaban y recibían masajes.

Cella penuaria: servía para guardar las provisiones (penus). Se solían ubicar con orientación norte para que no entraran ni el sol ni los insectos. A cargo de su supervisión había un responsable encargado de darle al cocinero la ración diaria de los productos que necesitaba para las comidas. El vino y el aceite se guardaban en bodegas soterradas, en barricas o jarras empotradas en el suelo o en bancos de mampostería integrados en las paredes.





Peristilo. Domus Vettii



Planta de diferentes Domus romanas





Diferentes plantas de domus. Debajo, de izquierda a derecha Domus Vettii, Domus de Pansa y Domus del Fauno (Pompeya)



Mobiliario e instalaciones



En general, la casa romana apenas estaba amueblada: en los cubicula no cabía gran cosa más que la cama y en el comedor, la mesa y tres camas a su alrededor debían ocupar toda la superficie. Quizás la biblioteca era el espacio más acondicionado, aunque el mobiliario, más que ser confortable, pretendía mostrar la dignidad del dominus.

Camas (lecti): a diferencia de los pobres, que dormían en un lecho miserable y comían sentados en un taburete o en el mismo suelo, las domus disponían de camas que, además de para dormir (lectus cubicularis) servían para trabajar (lectus lucubratorius) y para comer (lectus triclinarios).
        • El cubicularis se componía de un bastidor de madera rectangular sostenido por cuatro o seis patas. A veces, para ayudar a subir, podía ir acompañado de un pequeño escabel (sponga). Encima, una colchoneta de paja u hojas (institae, fasciae) y un colchón (torus, culcita), que podía ser de lana o de plumas. Completaban el conjunto las almohadas (puluini, cervicalia), las mantas (stramenta, stragula, peristromata), que se colocaban tanto encima como debajo del cuerpo y la cubierta, que caía hasta el suelo por todos los lados y era la prenda más lujosa.
        • El lucubratorius era como un diván adornado con almohadas.
        • Los triclinares eran más bajos que las camas para dormir y muy lujosas en su confección y revestimiento. A menudo se hacían de mampostería.


Mesas (mensae): eran de diversas formas y servían para fines muy distintos: adornar el atrio u otros espacios de la casa; para exponer la vajilla que se preveía utilizar durante un banquete (abacus), para apoyar los platos de los comensales estirados en los triclinios (tabula vinaria, cartibulum, cilybathum, urnarium); para el juego (mensae lusoriae). El tablero (orbis) era de madera (a medida que se refinaron los gustos se utilizaron maderas de mayor calidad y exotismo); en cambio, las patas y el soporte central (trapezophorus) solían ser de marfil, hueso o metal fino. Había tablas de un solo pie (monopodía), de tres (tripodía) y de cuatro (las más habituales).


Asientos (sedes, sedilia):
        • El taburete (scamnum, subsellium), era un banquillo de madera destinado a los niños, a los sirvientes o a los parásitos en los banquetes
        • La silla (sella) se apoyaba en cuatro patas rectas, sin respaldo y con brazos opcionales. Era ligera y fácil de transportar, se fabricaban de madera y bronce. Diferentes eran la sella curulis (plegable, de marfil con asiento de cuero y patas curvadas en forma de ese, que usaban en público los magistrados mayores) y la sella gestatoria o sella lectica (silla de mano, cubierta o no, que usaban principalmente las mujeres para hacerse llevar por las calles de la ciudad).
        • La cathedra era una silla con respaldo largo y arqueado que se hacía casi únicamente de madera. Las patas solían estar algo arqueadas hacia fuera, sin soporte para los brazos. Frecuentemente se adornaban con almohadas para resultar más cómodas. Eran usadas sobre todo por mujeres y por los hombres afeminados. También recibían el nombre de cathedra los asientos asignados a los maestros de escuela, pero las suyas con apoyo y respaldo recto.
        • El solium o trono ​​era un asiento lujoso. Al ser más alto que la cathedra, solía acompañarse de un escabel para apoyar los pies y una almohada. Era el asiento propio de los emperadores y, en casa, del pater familias. Es el asiento de honor y su propiedad pasaba de padres a hijos. Se trataba de un asiento cuadrangular, alto y respaldo recto, con soporte para los brazos y patas torneadas. Solían hacerse de madera con algunas incrustaciones en el reposabrazos en bronce, hueso o marfil. El solium se colocaba en el atrio o en el tablinum y cuando no se usaba se cubría con un tapiz. Se utilizaba en recepciones, durante las salutationes matutinae y cuando se celebraba un consejo de familia.
        • El reposapiés (suppedaneum), colocado frente al solium o la cathedra o junto a la cama, era rectangular, con cuatro patas.


Arcas (arcae): los cofres o arcas eran de variadas formas según su función: grandes de madera para la ropa (arca vestuaria), las reforzadas con bronce u otros metales para guardar el dinero o los objetos de valor (arcae ferratae o aeratae), más pequeñas destinadas a guardar las joyas y útiles femeninos (loculus, scrinium) o para guardar las provisiones y objetos de uso cotidiano (arculae, cistae, capsae). Las arcas se colocaban en el atrio, adosadas a alguna pilastra, puestas sobre base de mampostería y eventualmente fijadas al suelo por un fuerte clavo que atravesaba la base.


Calefacción: a pesar del clima suave de Italia, las casas romanas a menudo eran frías. En invierno utilizaban estufas de carbón o braseros metálicos con patas para proteger el suelo y asas para poder trasladarlos a otras habitaciones (foculi); la primera combustión se hacía en el atrio o en el peristilo y después se repartían por las restantes habitaciones de la casa. En cambio, las familias más ricas se dotaban de hornos fijos de leña construidos en un lugar enterrado, de modo que el calor se distribuía por las habitaciones mediante canalizaciones y aberturas creadas bajo el suelo o a lo largo de las paredes entre los tabiques.


Iluminación

      1. Teas (taedae), hechas de madera resinosa.
      2. Candelas (candelae) hechas de cera o sebo envolviendo un pabilo vegetal. Podían formar antorchas o achas (funalia, funales cerei o simplemente cerei). Cuando el dominus salía de noche, eran llevadas por el esclavo que le acompañaba.
      3. Linternas (laternae): tenían la ventaja de que no se apagaban porque cerraban la luz y protegían la llama del viento entre sus paredes transparentes de vitela, cuerno (laterna cornea), vejiga (laterna vesica) y más tarde de cristal.
      4. Lucernarios (lucernae): fueron el sistema de iluminación más común en las casas romanas. Eran recipientes aplastados, con un asa en la parte posterior, un pico o más (rostrum, myxus) en el anterior por donde salía el pabilo (ellychnium) y un agujero en el centro por donde se llenaba de aceite. Las más comunes eran de arcilla, aunque también había de bronce y de materiales preciosos. Presentaban diseños muy diversos: en forma de trípode para iluminar la mesa de trabajo del tablinum; con cadeneta para ser colgadas del techo; o agrupadas en candelabros de los que colgaban pequeños lucernarios de figuras y motivos variados.
      5. Los candelabros constaban de un pie (normalmente de tres patas) que hacía de base para un soporte que podía simular una columna o una figura humana o de animales, coronado en la parte superior con un eslabón de donde salían los brazos para colgar los lucernarios. Pese a su origen sencillo, los materiales y formatos escultóricos empleados los acabaron convirtiendo en un objeto decorativo de extraordinario valor.




Mesa - Brasero - Vasija




Pinturas y mosaicos


Los romanos solían decorar las paredes interiores de sus casas con pinturas, de temàtica muy variada y con una gran untensidad de color, tanto en la representación de figuras individuales como en la de grupos o escenas de todo tipo. Las tècnicas usadas ​​fueron el encausto, el temple y, sobre todo, el fresco. 
La antigua Roma destacó también por el dominio del mosaico, usado principalmente para decorar los suelos de la zonas nobles de la domus.

Los mejores ejemplos de pintura mural proceden de casas particulares de Pompeya y Herculano; los mosaicos, mucho más numerosos, muestran una gran variedad de estilos, según la época y los lugares de procedencia.




Villa de los Misterios (Pompeya)




Batalla de Issos. Casa del Fauno (Pompeya). Mosaico




Las villas



Las villas (villae) eran edificaciones construidas extramuros de las ciudades que se destinaban a la explotación agrícola y ganadera.

En la práctica, eran de dos tipos: la villa suburbana, generalmente accesible y a poca distancia de la ciudad, y la villa rustica, más alejada y aislada en medio del campo.

La villa era concebida como una unidad básica de producción destinada a la explotación agropecuaria de una determinada extensión de terreno. Pero a la vez, a partir de finales de la era republicana, se convirtió en un lugar de descanso y recreo de sus propietarios, que se retiraban a sus casas en el campo para huir del ruido y el ajetreo de Roma.

La villa tenía siempre una zona residencial, al estilo de las domus urbanas, donde habitaba el dominus y su familia. Las restantes dependencias eran más modestas y funcionales: habitaciones de los esclavos (cellae), establos para los animales (stabula), almacenes de grano, almazaras para prensar aceitunas o uva (torcla), depósitos para líquidos, hornos para la fabricación de ánforas y jarras (necesarias para el transporte del aceite y el vino excedentes) y, en general, toda clase de instalaciones agropecuarias, donde se preparaban los materiales y se almacenaban los productos obtenidos en la explotación.

Las primeras villas (siglos IV y III aC) consistieron en pequeñas haciendas dependientes del trabajo familiar. Después, el crecimiento económico de los siglos II y I a. C. ocasionó una progresiva desaparición de los pequeños agricultores y, paralelamente, un aumento significativo de los latifundios. Este hecho provocó una proliferación de las villae, cuya parte residencial pasó a ser cada vez más sofisticada y elegante, convirtiéndose en magníficas domus para los ricos, cultivadas a menudo por arrendatarios y supervisadas por un administrador (vilicus).






Restos arqueológicos de Volubilis (norte de África)