El Pre-imperio
Se suele aceptar que el principio del fin de la República tuvo lugar cuando alrededor del año 65 aC se descubrió la conspiración de Lucio Sergio Catilina y se frustraron sus planes de nombrarse dictador.
Sin embargo, con el nombre de etapa pre-imperial o imperatorial se designa en numismática el período de tiempo que transcurre entre la guerra civil que iniciaron César y Pompeyo en 49 aC y el nombramiento de Octaviano como Imperator Caesar Augustus en 27 aC.
El consulado de César impulsó grandes cambios políticos, económicos y sociales, desarrollando un amplio conjunto de leyes y promoviendo profundas reformas agrarias con el objetivo de proporcionar tierras a las familias menos favorecidas. En la primera reunión del Senado, César trató también de ofrecer un generoso acuerdo para recompensar a los veteranos de Pompeyo.
Consciente de la dura oposición de Catón y los optimates, pensó que podría proponer la aprobación de su ley agraria directamente ante los comicios, pero prescindir del Senado era arriesgado y podía arruinar su carrera política.
Para evitar el riesgo, César decidió respetar los cauces normales y, como contrapeso a la oposición conservadora, intentó cerrar alianzas con personas influyentes de la política romana. La estrategia se desveló en la votación en el Senado. No extrañó a nadie que el primero en hablar a favor de sus veteranos fuese Pompeyo; pero sí fue una sorpresa la identidad de la segunda persona que apoyó las propuestas de César: Marco Licinio Craso.
El Primer triunvirato
Desde aquel momento se tuvo conciencia de lo que sería el Primer Triunvirato, una alianza no oficial de ayuda mutua acordada por Cayo Julio César, Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso para repartirse los puestos de más responsabilidad de la República.
Las razones de esta alianza hay que buscarlas en los intereses puramente personales de cada uno:
- Pompeyo necesitaba a César para aprobar las leyes agrarias en beneficio de sus veteranos;
- Craso quería un mando proconsular que le proporcionara la gloria que no había conseguido en la represión de la revuelta de Espartaco;
- César necesitaba el prestigio de Pompeyo y los fondos de Craso para conseguir el gobierno de una provincia.
El acuerdo duró hasta el año 53 aC y fue reforzado por el matrimonio de Pompeyo con Iulia Caesaris, la única hija de César.
Durante el primer año de mandato tuvo que hacer frente a varias invasiones de helvecios y germanos, que pretendían ocupar el norte de Italia. Todos ellos fueron derrotados en rápidas campañas. Con todo, las incursiones de los vecinos sirvieron a César como excusa perfecta para iniciar la conquista de toda la Galia y obtener así recursos con los que pagar las fabulosas sumas que debía.
Pero a pesar de sus éxitos y de los beneficios que representó para Roma la conquista de la Galia, César continuaba siendo impopular entre los optimates, que temían su ambición.
Los optimates, encabezados por Catón, criticaron algunas de las leyes de César, menospreciaron sus logros y lo acusaron de cometer crímenes contra la República, especialmente por haber reclutado levas y haber continuado la guerra sin la autorización del Senado.
Ante esa situación, que amenazaba su proconsulado y su seguridad personal, César convocó una reunión con sus dos aliados. Como él no podía ir a Roma sin renunciar a su imperium, el encuentro tuvo lugar en la ciudad de Lucca, en la frontera de Italia con la Galia Cisalpina (abril de 56 aC). Asistieron a ella no sólo los triunviros sino también unos doscientos senadores y, entre todos, acordaron que tanto Pompeyo como Craso se presentarían al consulado al año siguiente y que, una vez cónsules, promoverían una ley por la que el proconsulado de César se prorrogaría cinco años más (Convenio de Lucca).
El acuerdo evitó que César quedara a merced de sus enemigos en Roma y en contrapartida, la prórroga le daba tiempo para acumular poder e influencia con la vista puesta en las elecciones consulares del año 49.
Con el apoyo de César, Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso fueron elegidos cónsules en 55 aC y recibieron imperium proconsular extraordinario: Pompeyo en las dos Hispanias y Craso en Siria (leges Trebonia et Licinia). Luego, ambos correspondieron al acuerdo alcanzado y concedieron a César una prórroga de cinco años como procónsul en las Galias (lex Licinia Pompeia).
La estrategia cesariana estaba pensada para alejar del centro político a los que eran sus colegas, pero en realidad también máximos rivales políticos.
Mientras Craso partía hacia Oriente en busca de gloria militar, Pompeyo prefirió delegar el gobierno de Hispania a sus legados y permanecer en Roma recabando apoyos y reclutando tropas con que hacer frente al regreso de César.
El triunvirato renovado en Lucca pronto se fue debilitando: de un lado, con el distanciamiento de César y Pompeyo y de otro, con la muerte de Craso en la batalla de Carrhae (53 aC).
Una de las personas que acentuó el distanciamiento fue Publio Clodio Pulcro, personaje que había prestado grandes servicios a los triunviros pero que, a la vez, se había convertido en un poder de facto muy a tener en cuenta. Clodio había organizado bandas de sicarios que utilizaba con frecuencia para intimidar y coaccionar a sus adversarios, para reventar votaciones e, incluso, para el asesinato.
Los triunviros habían tratado de neutralizar el poder de los optimates y se habían servido de Clodio para sus fines. Roma quedó sumida en la inseguridad y mucho más cuando los propios optimates respondieron con agresiones similares dirigidas por Tito Annio Papiano Milón.
Sin embargo, las ambiciones de Clodio le aconsejaron acabar con Pompeyo, para lo cual empleó todo tipo de tácticas, desde las legales, apoyando a Craso, hasta las intimidatorias haciendo creer a Pompeyo que había un complot contra él por parte de hombres decididos a asesinarle. Esta manera de actuar hizo pensar a Pompeyo que, en realidad, era Craso quien financiaba a Clodio y quería matarlo, lo que en la práctica equivalía a dudar de su alianza.
También ayudó a debilitar el triunvirato el fallecimiento de Julia, hija de César y esposa de Pompeyo, y el posterior matrimonio de éste con Cornelia Metela, hija de Quinto Cecilio Metelo Pío Escipión, uno de los líderes optimates y enemigo encarnizado de César.
En un escenario de esas características, los conservadores aprovecharon la ocasión para atraer poco a poco a Pompeyo y, asesinando a Clodio, tomaron el control de las calles (52 aC).
INICIO DE LA GUERRA
En 52 aC, posicionado ya claramente al lado de los optimates y siendo cónsul de nuevo con su suegro, Q. Caecilius Metelus Pius Scipio, Pompeyo exigió que César abandonara su mando la primavera siguiente con lo que, faltando todavía meses para las elecciones al consulado, habría tiempo más que suficiente para juzgarle.
Sin embargo, en las elecciones celebradas para tribuno de la plebe resultó elegido Curio, un cesariano que hizo uso de su tribunitia potestas para vetar todos los intentos de apartar a César del gobierno de las Galias.
A finales del año 50 aC César acampó en Rávena con la Legio XIII Gemina. Por su parte, Pompeyo desplazó dos legiones a Capua y empezó a reclutar levas ilegalmente, un acto que aprovecharon los cesarianos en su favor.
César fue informado de la situación y envió una carta al Senado en la que se declaraba amigo de la paz y, tras una larga lista de sus gestas, propuso que tanto él como Pompeyo renunciaran al mismo tiempo a sus mandos.
La carta fue leída el día 1 de enero de 49 aC por Marco Antonio, que ocupaba el cargo de tribuno en sustitución de Curio. El Senado no consideró el mensaje y puso a César en la disyuntiva de licenciar a sus legiones o ser declarado enemigo público, con lo que comprendió que, eligiera la opción que eligiera, quedaría en manos de sus enemigos políticos.
La moción se sometió inmediatamente a votación y sólo se opusieron dos senadores: Curio y Celio. Marco Antonio, como tribuno, vetó la propuesta e impidió que llegara a tener carácter vinculante.
El 7 de enero, el Senado proclamó el estado de emergencia y concedió a Pompeyo poderes excepcionales, nombrándole consul sine collega.
Al anochecer la Legio XIII Gemina avanzó hasta el Rubicón, frontera natural entre Italia y la Galia Cisalpina, y dio la orden de avanzar (alea iacta est).
EL RUBICÓN
César inicio su marcha y con mucha facilidad tomó diferentes ciudades de la costa adriática. Inmediatamente llegaron a Roma las noticias y, con ellas, oleadas de refugiados que a su vez provocaban que multitudes de personas abandonasen la ciudad y se generalizara un ambiente de terror. La confianza en Pompeyo se derrumbó en pocos días y los senadores que habían confiado en su rápida victoria sobre César le acusaron de haber llevado la República al desastre.
Sin saber que César avanzaba con una sola legión, Pompeyo dio Roma por perdida y ordenó al Senado a partir, declarando traidores a la República a todos los magistrados que se quedaran en la ciudad.
El Senado comenzó a plantearse lo impensable: constituirse fuera de Roma por primera vez en su historia, pero tal decisión podía interpretarse como un signo de debilidad que daría a César más legitimidad y confianza.
Al abandonar Roma, el Senado traicionó a cuantos no podían permitirse hacer el equipaje y dejar sus casas y el sentimiento de pertenencia a la República fue seriamente dañado. La República se convirtió en una abstracción: las elecciones anuales, la vitalidad de las calles y espacios públicos de Roma, todo aquello que daba forma y definía la República había desaparecido.
César aguardó unos días la llegada de otras cuatro legiones de la Galia e inició la persecución de Pompeyo y del Senado. El 1 de febrero marchó sobre Osimo y derrotó a Publio Accio Varo, que reclutaba soldados para Pompeyo. A su vez, éste trataba de concentrar sus tropas en Brindisi, donde fletaba barcos a toda prisa intentando escapar hacia Grecia.
En Corfinium se encontraba el nuevo gobernador de la Galia Transalpina, Lucio Domicio Ahenobarbo, que había sustituído a César cuando éste cruzó el Rubicón. Domicio recibió la orden de marchar con sus hombres hacia el sur, pero desobedeciendo las indicaciones de Pompeyo, intentó contener a César y se hizo fuerte en la ciudad, la misma que los rebeldes itàlicos habían convertido en su capital cuarenta años atrás.
Tras la Guerra Social, los habitantes de Corfinium habían obtenido la ciudadanía pero todavía tenían muy presentes los recuerdos de aquella lucha. Para la mayoría de los italianos la República significaba muy poco y se identificaban más con las ideas populares, considerando a Cayo Mario, tío de César, su referencia.
El 13 de febrero, César cruzó el río Pescara y sitió Corfinium, que se rindió al cabo de pocos días. Domicio fue llevado ante César por sus propios oficiales y suplicó que lo mataran, pero César se negó y le dejó libre. Corfinium no sufrió ningún daño y las levas de novatos pasaron a ser parte del ejército de César. Lo que parecía un simple gesto de clemencia, supuso una gran humillación y una declaración de sus propósitos. No habría listas de proscritos ni matanzas como las que ocurrieron en tiempos de Sila: los enemigos serían perdonados sólo con rendirse. Esto permitió que la mayoría de los indecisos se sintieran aliviados. Ofrecía la imagen de quien servía bien a su causa, evitando cualquier alzamiento popular contra los cesarianos.
El 20 de febrero Pompeyo trasladó la mitad de su ejército al otro lado del Adriático pero la otra mitad quedó atrapada en la ciudad, bajo el mando del propio Pompeyo, esperando el regreso de la flota.
Después de derrotar a Lucio Domicio Ahenobarbo, César llegó a Brindisi y ordenó construir un dique para bloquear los accesos por mar. Con la obra todavía sin terminar, la flota pompeyana tuvo tiempo de regresar y entrar a puerto. Al anochecer, Pompeyo dio la salida al resto de la flota y comenzó la evacuación total de Brindisi. César, alertado por sus partidarios dentro de la ciudad, ordenó tomarla al asalto, pero fue demasiado tarde y los barcos pudieron salir por el estrecho cuello de botella que habían dejado abierto las obras de asedio.
Tras la huida de Pompeyo, César tuvo que tomar una decisión: perseguirle hasta Grecia, dejando sus espaldas desguarnecidas y expuestas a un ataque de las legiones pompeyanas establecidas en Hispania, o dirigirse a Hispania para asegurar su retaguardia, permitiendo a Pompeyo reorganizar sus fuerzas desde Grecia.
Tras inclinarse por esto último, César regresó a Roma el día 29 de marzo, nombró a Marco Antonio jefe de sus tropas en Italia y convocó a los pocos senadores que quedaban para exigirles los fondos de emergencia que habían sido creados para sufragar los gastos de una eventual invasión gala.
César permaneció en la ciudad durante dos semanas, reorganizó las instituciones políticas, resolvió sobre los asuntos básicos y nombró pretor a Marco Lépido. A continuación, ordenó invadir Sicilia y Cerdeña para proteger las rutas y suministros de cereal y partió hacia Hispania, donde todavía había legiones pompeyanas activas y un buen número de clientes y oficiales fieles a la causa de Pompeyo, fruto de sus largas campañas en aquella provincia.
GUERRA EN HISPANIA.
Los ejércitos pompeyanos estaban comandados por los legados Lucio Afranio, Marco Petreyo y Marco Terencio Varrón.
GUERRA EN GRECIA.
Con intención de zarpar hacia Grecia en busca de Pompeyo, César concentró su ejército en Brindisi. Estaba formado por un total de 12 legiones y 1.000 jinetes, aunque muchas de ellas no reunían el número de efectivos teóricos, maltrechas por sus recientes campañas en las Galias y en Hispania.
Pompeyo decidió marchar contra Domicio en Macedonia, que había iniciado la huída hacia Tesalia para unirse al ejército de César. Al no conseguir interceptarlo, Pompeyo decidió entonces dirigirse hacia Larissa donde se reuniría con Escipión para formar un ejército superior en número al cesariano.
Entre los días 4 y 5 de agosto de 48 aC, César detuvo su ejército en Farsalia con la única posibilidad de luchar.
Es posible que Pompeyo no desease librar la batalla de Farsalia, confiando en la dilación y en la precaria situación de César. Sin embargo, los dos ejércitos se enfrentaron el 9 de agosto y César obtuvo una victoria aplastante.
Tras la batalla de Farsalia, los derrotados consiguieron huir: Pompeyo partió hacia Mitilene y después a Egipto; Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón huyeron hacia el norte de África.
GUERRA EN ORIENTE.
Pompeyo huyó hacia la costa del Egeo. Allí fletó un barco para navegar hasta Mitilene, donde le esperaban su mujer Cornelia y su hijo Sexto Pompeyo. Tras reunirse con ellos, partieron con una pequeña flota rumbo a Egipto con la intención de pedir ayuda a Ptolomeo XIII, el joven faraón de Egipto de tan solo 12 años.
Un mes después de Farsalia, Pompeyo llegó a las costas de Egipto. Tras permanecer unos días fondeado, el 28 de septiembre una pequeña embarcación se acercó hasta los navíos romanos. En ella viajaban el excenturión Aquilas, varios soldados y Septimio, un romano, antiguo compañero de armas de Pompeyo, que temió lo peor cuando vio llegar la comitiva y comprobó que no había una recepción de gala como aquellas con las que acostumbraba a ser recibido.Pompeyo fue invitado a subir a bordo y fue trasladado a la playa, donde aguardaba Ptolomeo XIII.
Tras tomar tierra en Pelusio, Septimio desenvainó su espada y atravesó a Pompeyo, que acto seguido fue apuñalado repetidas veces por los demás. Cornelia y el resto de los tripulantes de la pequeña flota observaron impotentes los sucesos desde el mar. El cadáver de Pompeyo fue decapitado y su cuerpo, abandonado en la playa, fue rescatado e incinerado por un veterano de las primeras campañas de Pompeyo junto con uno de los libertos del general.
Ya en 47 aC, César se dirigió a Egipto en busca de Pompeyo con apenas 4.000 soldados. Allí le sorprendió la ofrenda de bienvenida que le presentó el primer ministro de Ptolomeo XIII, el eunuco Potino: el sello personal y la cabeza de Pompeyo. Egipto se encontraba en guerra civil y los consejeros del Rey creyeron erróneamente que César estaría agradecido y apoyaría a Ptolomeo contra su hermana Cleopatra.
Al saber de su suerte, César estalló en lágrimas, tanto por la muerte de un cónsul romano, su antiguo yerno y amigo, como por haber perdido la oportunidad de ofrecerle su perdón.
Los romanos quedaron atrapados en Alejandría por unos vientos desfavorables y César empezó a poner orden en los asuntos de Egipto, haciendo y deshaciendo a su antojo. Se instaló con sus tropas en el palacio real, exigió exorbitantes cantidades de dinero y anunció que dirimiría la guerra civil entre Ptolomeo y su hermana, para lo cual dio la orden de licenciar los dos ejércitos en guerra y de reunir a los dos hermanos con él en Alejandría. Ptolomeo XIII no licenció a ningún soldado, pero fue convencido por Potino de acudir a la cita de César; mientras tanto Cleopatra, que tenía bloqueadas las rutas a la capital, quedó aislada tras las líneas de su hermano.
Una tarde, un pequeño mercante atracó en el amarradero de palacio. Un solitario mercader cargó una alfombra que llevó hasta la presencia de César y, tras desenrollarla, apareció de forma inesperada y espectacular la propia Cleopatra, que acabaría por seducirle.
Al enterarse de la conquista de su hermana, Ptolomeo solicitó auxilio por las calles de Alejandría y pidió a sus súbditos que atacasen a los romanos. La masa respondió con entusiasmo y, asediado en el complejo palaciego, César se vio obligado a reconocer a Ptolomeo como monarca conjunto con Cleopatra y a devolver a Egipto la isla de Chipre. La situación empeoró cuando el ejército de Ptolomeo, unos 20.000 hombres, se unió a los alborotadores, comenzando una verdadera batalla por el control de Egipto.
Durante los cinco meses siguientes César consiguió resistir en palacio, se hizo con el control del puerto, quemó la flota egipcia y, accidentalmente, unos almacenes de libros en el puerto, fracasando en el intento de controlar el Gran Faro. Hizo ejecutar al eunuco Potino y dejó embarazada a Cleopatra.
El 9 de noviembre, las tropas egipcias comandadas por el general mercenario y antiguo centurión Aquila, asediaron a César en el palacio real de la ciudad e intentaron capturar las naves romanas en el puerto. En medio de los combates, teas incendiarias fueron lanzadas por orden de César contra la flota egipcia, reduciéndola a cenizas en pocas horas. Aunque según la versión del propio Julio César en su Bellum Alexandrinum la ciudad apenas se vio afectada, otras fuentes clásicas aseguran que este incendio se habría extendido hasta los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, que se encontraba en el barrio de Bruquión, cerca del puerto.
En marzo de 47 aC llegaron los refuerzos romanos. Ptolomeo huyó de Alejandría y parece que, lastrado por su armadura de oro, se ahogó en el Nilo dejando a Cleopatra sin rival al trono.
Una vez restablecidas las líneas de comunicación, César fue informado de las nuevas amenazas surgidas durante su estancia en Alejandría:
- Farnaces, hijo de Mitrídates VI, aprovechó los problemas internos de Roma para expandir sus dominios: invadió parte de Armenia y después el antiguo reino de su padre, el Ponto, y parte de Capadocia.
- en África, Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón estaban reclutando un poderoso ejército.
- en Roma, el gobierno de Marco Antonio estaba creando recelos.
Mientras tanto, César permaneció dos meses más en Egipto con su amante y después inició la marcha hacia el Ponto para enfrentarse a Farnaces.
La batalla tuvo lugar en Zela, en el norte de Capadocia. El enfrentamiento derivó con celeridad en una victoria romana, aniquilando completamente las fuerzas enemigas (veni, vidi, vinci). Farnaces huyó hacia el Bósforo y, sin poder alguno, fue asesinado por un antiguo rival.
GUERRA EN ÁFRICA.
La estancia de César en Egipto y su posterior marcha hacia el Ponto dieron tiempo a Metelo Escipión y a Catón para formar un nuevo ejército en la provincia de África. Entre los dos lograron reunir un total de 10 legiones (alrededor de 50.000 hombres), reforzadas con las tropas aliadas del rey Juba I de Numidia, que contaba con otros 30.000 hombres y sesenta elefantes de guerra.
En un momento determinado y a instancias de César, Boco II de Mauritania atacó Numidia y tomó su capital, Cirta, obligando a Juba a abandonar el frente y a retirarse hacia el oeste con su ejército.
La batalla comenzó sin ventaja aparente para ninguno de los dos contendientes. En un momento dado, César tomó el mando del ala derecha y la Legio X Equestris empezó a avanzar. Dándose cuenta de la maniobra, Cneo Pompeyo desplazó una legión de su ala derecha para reforzar la izquierda, pero cuando el flanco derecho de Pompeyo se vio debilitado, la caballería de César lanzó un ataque por dicho flanco que cambiaría el desenlace de la batalla.
Al mismo tiempo, el rey Bogud de Mauritania, aliado de César, atacó el campamento de Pompeyo desde la retaguardia. Tito Labieno, comandante de la caballería pompeyana, se dio cuenta del ataque y se desplazó para responder. No obstante, los legionarios pompeyanos, sometidos al fuerte ataque de la X Equestris por el flanco izquierdo y al de la caballería por el derecho, creyeron erróneamente que Labieno se retiraba. Temiendo lo peor, los legionarios rompieron el frente y huyeron.
Muchos soldados pompeyanos murieron durante la retirada; otros defendiendo la ciudad de Munda. Atio Varo y Tito Labieno también perdieron la vida, pero Sexto y Cneo Pompeyo alcanzaron la ciudad de Corduba, donde se refugiaron.
César regresó a Corduba el 18 de marzo. Los defensores, temerosos de que los habitantes se unieran a las tropas cesarianas, prendieron fuego a la urbe. Cuando César llegó, la ciudad era un montón de ruinas y escombros. Ante aquel panorama, se vio incapaz de contener a sus soldados que, furiosos por la escasez del botín, masacraron a 22.000 ciudadanos de todas las edades y subastaron a los sobrevivientes como esclavos.
Cneo Pompeyo intentó huir con su flota desde Carteia pero Cayo Didio zarpó de Gades y hundió sus galeras, obligándole a regresar al interior de la provincia. Allí fue traicionado por indígenas y acabó siendo ejecutado.
Su hermano Sexto Pompeyo consiguió escapar y refugiarse en tierras de los laietani, entre el río Iberus y los Pirineos. Allí vivió del robo hasta reunir un número de seguidores suficiente para dirigirse a la Bética y tomar el control de Carteia y otras ciudades de la zona, donde contaba con el apoyo general de los nativos y con la fidelidad de los veteranos de guerra que su padre había establecido en la provincia.
Durante el mes de junio, César se reunió con Octavio en Calpia, cerca de la actual Alicante, regresó con él a Roma y el 15 de septiembre cambió secretamente su testamento, adoptando a su sobrino-nieto e instituyéndole heredero de todos sus bienes.
De vuelta a Roma, asumió el cargo de dictador pero al poco tiempo, con el pretexto de defender los valores de la República, fue asesinado los idus de marzo de 44 aC por una conspiración de senadores liderada por Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino.
REGRESO DE OCTAVIO.
La muerte de César no supondría la esperada vuelta a la normalidad que los senadores esperaban, sino una nueva confrontación civil entre sus partidarios y sus asesinos.
Cuando Octavio llegó a Italia procedente de Apolonia de Iliria, se enteró del contenido del testamento de César y decidió luchar por convertirse en el heredero político de su tío abuelo y en beneficiario de las dos terceras partes de su patrimonio.
Mientras tanto, Marco Antonio había logrado expulsar de Roma a Bruto, a Casio y a la mayoría de los conspiradores y se había hecho con el poder.
Octaviano regresó a Roma el 6 de mayo de 44 aC con la intención de hacer valer su título de sucesor, pero Marco Antonio le ignoró. Cuando llegó, Octaviano encontró al cónsul Marco Antonio en una frágil tregua con los asesinos del dictador, a quienes había concedido una amnistía el 17 de marzo.
Con todo, Antonio había perdido el apoyo de muchos cesarianos, que no aceptaron su oposición a una moción para divinizar a César. Paralelamente, el respaldo de los simpatizantes de César se había trasladado hacia Octaviano, a quien veían como un mal menor y a quien esperaban utilizar o manipular en sus esfuerzos para deshacerse de Antonio.
Con la opinión de los romanos cada vez más en su contra y sabiendo que su año de poder consular llegaba a su fin, Antonio intentó aprobar una serie de leyes que le otorgarían el control de la Galia Cisalpina, territorio del cesariano Décimo Junio Bruto Albino.
Mientras tanto, Octaviano reclutó un numeroso ejército en Italia con veteranos de César y dos de las legiones de Antonio, a quienes se había ganado con la promesa de importantes recompensas económicas. A la vista de la fuerza militar de Octaviano, Antonio percibió el peligro que suponía para él permanecer en Roma y partió hacia la Galia Cisalpina.
PRIMER CONFLICTO CON MARCO ANTONIO.
Después de que Décimo Junio Bruto Albino rehusara entregar a Marco Antonio la Galia Cisalpina, éste lo sitió en Mutina. Las resoluciones dictadas por el Senado para detener la violencia fueron ignoradas por Marco Antonio, a sabiendas de que el Senado carecía de un ejército propio con el cual desafiarlo. Esta situación dio una oportunidad a Octaviano, que fue nombrado senador y recibió el imperium propraetore que le legitimó para que, junto a los cónsules Hircio y Pansa, pudiera socorrer a Décimo Junio Bruto Albino y sobreponerse el asedio.
- el decreto que declaraba enemigo público de Roma a Marco Antonio,
- y la concesión de amnistía a los responsables de la muerte de César.
El Segundo triunvirato
Octaviano, Marco Antonio y Lépido formaron una dictadura militar conocida como el Segundo Triunvirato o Triumviri Rei Publicae Constituendae Consulari Potestate (III VIR RPC), cuyo objetivo primordial fue sobreponerse al vacío de poder originado por el asesinato de Julio César. Esta alianza fue acordada el día 11 de noviembre de 43 aC (pacto de Bolonia), acuerdo que cristalizaría en una ley aprobada por la asamblea popular (Lex Titia) en virtud de la cual los triunviros obtenían poderes especiales durante un período de cinco años (43-38 aC).
BATALLA DE FILIPOS Y DIVISIÓN TERRITORIAL.
El 1 de enero de 42 aC el Senado divinizó a Julio César a título póstumo (divus Iulius), ante lo cual Octaviano, como hijo adoptivo, aprovechó la ocasión para postularse hijo de dios (divi filius).
Sexto Pompeyo se había convertido en un general renegado desde la victoria de César sobre su padre y sobre el bando republicano.
No obstante, la súbita muerte de Julio César fue para él un hecho muy favorable: tras sucesivas victorias que le permitieron dominar toda la Bética, pactó una tregua con Lépido, que era el gobernador de la Hispania Citerior y de la Galia Narbonense, y obtuvo autorización para ir a Roma y recibir la herencia paterna, a la que sumó además una importante cantidad de dinero que el Senado le concedió en compensación por las propiedades que habían sido confiscadas a su padre.
En 43 aC, a propuesta de Cicerón, el Senado aprobó un decreto laudatorio en su honor, le ofreció nominarlo para el puesto que había tenido su padre en el colegio de los augures y lo nombró comandante de la flota republicana con el título praefectus classis et orae maritimae.
En agosto de ese año, Octaviano controló el consulado y a propuesta de su colega Quinto Pedio impuso una ley por la que se imponían proscripciones a todos los asesinos de César (Lex Pedia de vi Caesaris interfectoribus). Aunque Sexto Pompeyo no había tenido participación en los hechos, fue incluido en las listas oficiales.
El dominio de la flota garantizaba a Sexto Pompeyo cierta seguridad; pero como los gobernadores de ambas Hispanias y el de la Galia apoyaban el triunvirato, no disponía en tierra firme de ninguna base que le diera seguridad y descanso. Sexto se limitaba a atacar las zonas costeras y a incrementar sus tropas con aquellos que habían sufrido las proscripciones y con la multitud de esclavos que se adherían a él.
Cuando estas fuerzas fueron suficientes, desembarcó en Sicilia y estableció en la isla su cuartel general, desde donde controlaba los suministros de grano i víveres a la ciudad de Roma. Tras derrotar a Octaviano en 42 aC frente a las costas de Escileo, Sexto estaba en la cumbre de su poder haciéndose llamar hijo de Neptuno (Neptuni filius).
Dado el protagonismo que Sexto Pompeyo había conseguido, tanto Antonio como Octaviano competían por consolidar una alianza con él, a pesar de que irónicamente era miembro del partido republicano y opositor a la facción cesariana.
Octaviano consiguió una efímera alianza cuando se casó con Escribonia, hija de Lucio Escribonio Libón (suegro de Pompeyo) y tuvo con ella una hija, Julia la Mayor. Sin embargo, cuando aún no había transcurrido un año desde la boda, Octaviano pidió el divorcio para casarse con Livia Drusilla.
Mientras tanto, en Egipto, Antonio comenzó una relación amorosa con Cleopatra, concibiendo con ella tres hijos (Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo).
Sin embargo, dos acontecimientos permitieron que los triunviros lograran una cierta aproximación: la muerte de la esposa de Antonio y la rebelión de las tropas, que se negaron a luchar.
Sin embargo, el acuerdo territorial entre los triunviros y Sexto Pompeyo se desmoronó: de un lado, Octaviano se divorció de Escribonia y contrajo matrimonio con Livia Drusilla (38 aC); de otro, uno de los comandantes navales de Pompeyo lo traicionó devolviendo el control de Córcega y Cerdeña a Octaviano.
En un encuentro celebrado en Tarento, Antonio concedió 120 barcos para que fueran usados contra Sexto Pompeyo, mientras que Octaviano ofreció 20.000 legionarios para que ayudaran a Antonio contra los partos.
GUERRA CON MARCO ANTONIO.
El vasto territorio romano pasó a ser cosa de sólo dos: Marco Antonio y Octaviano.
Emisiones pre-imperiales
Las monedas acuñadas durante esa época representan la transición entre las series republicanas y las monedas imperiales de Augusto y sus sucesores.
- Emisiones de Pompeyo Magno, sus hijos y partidarios.
- Emisiones de Julio César.
- Emisiones de los tiranicidas y sus partidarios.
- Emisiones de los triunviros y sus partidarios.
No debe olvidarse que entre los años 49 y 40 aC, estas monedas, acuñadas principalmente en talleres itinerantes de carácter militar, coexistieron con las emisiones republicanas de la ceca Capitolina, de donde salió además, entre 43 y 41 aC, un significativo número de piezas de oro.