La Guerra social
Antecedentes: los pueblos itálicos
El desarrollo de Roma y del Lacio empezó durante la época etrusca. Después de la caída de la Monarquía (los últimos tres reyes de Roma fueron etruscos), los latinos vencieron en Ariccia (506 aC) y Roma frustró las aspiraciones expansionistas de Etruria, al mismo tiempo que conservaba el gobierno republicano que hacía poco se había instaurado. El repliegue de los etruscos al norte del Tíber y poco después la grave derrota que sufrieron ante Siracusa en la batalla naval de Cumae (474 aC), provocaron que Etruria perdiera su condición de potencia en el Mediterráneo central.
Antes de conseguir dominar toda la región del Lacio, Roma tuvo que hacer frente a un repentino conflicto bélico. A principios del siglo IV aC, una expedición gala atravesó los Apeninos y se dirigió hacia Roma. Sembrando el terror y destruyendo todo lo que encontraban a su paso, los galos fueron interceptados cerca del río Alia, donde derrotaron al ejército romano y continuaron su avance hasta la misma ciudad de Roma (387 aC).
Las Guerras Samnitas
- Primera Guerra Samnita (343-341 aC). Roma y la Federación Samnita se enfrentaron por el control de la Campania septentrional. A consecuencia de una alianza entre Roma y Capua, los samnitas asediaron esta última población, pero fueron repelidos por Roma. Los romanos vencieron en las batallas del Monte Gauro (342 aC) y de Suessula (341 aC), pero tuvieron que retirarse de la guerra antes de acabar con el conflicto debido a la revuelta de varios de sus antiguos aliados en la Segunda Guerra Latina. Aunque el enfrentamiento no condujo a nada definitivo, permitió a los romanos inmiscuirse en los asuntos internos de una zona rica y poblada y tomar Capua, la mayor y más próspera ciudad de la región, centro de una tupida red de relaciones comerciales con otras ciudades que, a raiz de ello, pasaron a estar en la órbita de Roma.
A partir de ese momento, las ciudades del Lacio dejaron de existir como entidades políticas autónomas y su historia se confunde con la de Roma.
- Segunda Guerra Samnita (327-302 aC). Los samnitas interpretaron como casus belli tanto el apoyo que Roma brindó a la ciudad de Neapolis, amenazada por los samnitas, como la fortificación de Fregellae, que hasta ese momento había delimitado la frontera entre ambos pueblos (328 aC). Si en un primer momento los romanos trataron de cercar el territorio samnita, en 321 aC los samnitas capturaron al completo un ejército romano en las Horcas Caudinas.
En 316 aC Roma reanudó las hostilidades, pero fue de nuevo derrotada en la batalla de Lautulae (315 aC).
- Tercera Guerra Samnita (299-290 aC). Para enfrentarse a Roma, los samnitas se aliaron con etruscos, sabinos, lucanos, umbros y con las tribus galas del norte de Italia. Roma obtuvo victorias por separado frente a todos ellos y reocupó Bovianum (298 aC) para derrotarlos completamente en la batalla de Sentinum (295 aC). Como resultado de su rendición en 290 aC, los samnitas fueron sometidos y dejaron a Roma el camino expedito para concentrar sus esfuerzos en el sur de la península itálica.
De una u otra forma, los samnitas siguieron resistiéndose al dominio romano y se aliaron con los enemigos de Roma siempre que tuvieron ocasión: primero con Pirro de Épiro durante las Guerras Pírricas; después, con Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica y posteriormente, con otros pueblos latinos en la revuelta conocida como la Guerra Social.
Las Guerras Pírricas
La ciudad se encontraba indefensa ante una invasión púnica y, tras una larga guerra civil, los generales de los dos bandos enfrentados buscaban el apoyo de Pirro.
Esta empresa parecía más sencilla que aquella en la que se encontraba embarcado pero requería antes suspender las hostilidades con los romanos, que también deseaban liberarse de un adversario tan incómodo para completar la ocupación del sur de Italia sin interrupciones.
Dado que ambos contendientes compartían deseos comunes, llegaron a un acuerdo para suspender la guerra.
La Segunda Guerra Púnica
Tras el desgaste que había supuesto la Primera Guerra Púnica (264-241 aC), los cartagineses no sólo habían sufrido graves pérdidas económicas sino que habían tenido que aceptar unas costosas condiciones de rendición.
Para mejorar su debilitada economía, Cartago dirigió su mirada a la península ibérica con el fin de encontrar una fuente alternativa a los recursos que le habían proporcionado los territorios de Sicilia y Cerdeña, perdidos en beneficio de Roma.
La expedición fue comandada por Amílcar Barca y, después, por su yerno Asdrúbal el Bello que, al mando del ejército, fundó Qart Hadasht (Carthago Nova), estableció alianzas con las tribus del sudeste peninsular y emprendió acciones militares para controlar los territorios interiores de la Meseta central. A su muerte (221 aC), le sucedió Aníbal Barca, que continuó el despliegue hasta la batalla del Tajo (220 aC). Con la victoria, los cartagineses aseguraban la retaguardia antes de emprender su expedición contra Roma y conseguían un buen número de prisioneros de guerra y de reservas de grano para su avituallamiento.
Los romanos habían estado enfrentados durante años con las poblaciones de Cerdeña. En 216 aC, la única legión estacionada en la isla había quedado diezmada por las enfermedades y el ejército se financiaba con impuestos que recaían sobre la población nativa. El descontento hizo que la población solicitara ayuda a Cartago, que envió un oficial con órdenes de financiar la revuelta. Asdrúbal el Calvo fue designado comandante de esta misión y en 215 aC desembarcó en la isla, donde fue derrotado por los romanos en la batalla de Cornus.
En 212 aC, Siracusa decidió romper el tratado de alianza con Roma y ponerse de parte de Cartago. Los cartagineses prometieron cederles el dominio de toda Sicilia a cambio de ayuda para vencer a Roma. Los romanos les declararon la guerra y enviaron al cónsul Marco Claudio Marcelo con cuatro legiones y una flota. La incapacidad de los cartagineses para hacer llegar la ayuda a Siracusa provocó la caída de la ciudad y permitió a los romanos restablecer y ampliar su dominio en Sicilia y, con ello, contar con una ingente fuente de aprovisionamiento de cereal.
Tras la batalla de Dertosa (215 aC), los romanos habían asegurado sus asentamientos al norte del río Ebro. A partir de entonces se esforzaron por conseguir la lealtad de las tribus iberas y por adentrarse poco a poco en territorio cartaginés al sur del río.
A diferencia de Cneo y Publio Escipión, que no recibieron refuerzos de Roma debido a las dificultades que la República estaba teniendo en su territorio por la presión de Aníbal, Asdrúbal había recibido dos nuevos ejércitos, comandados por su hermano Magón y por Asdrúbal Giscón.
Cneo y Publio Escipión habían logrado persuadir al rey de Numidia, Sífax, para que iniciase las hostilidades contra Cartago (213 aC). Sin embargo, la estabilidad en la península ibérica permitió a Asdrúbal Barca desplazarse hasta África para sofocar la rebelión y regresar a Iberia a finales de 212 aC con otros 3.000 númidas bajo el mando de Masinisa, que sería el futuro rey de Numidia.
Los hermanos Escipión contrataron a varios miles de mercenarios celtíberos y al observar que los ejércitos cartagineses se habían dispersado y estaban asentados en lugares diferentes, planearon dividir sus fuerzas y atacar por separado. Con pocos días de diferencia, Publio atacó a Magón Barca cerca de Cástulo y Cneo atacó a Asdrúbal Barca en la batalla de Ilorci (212 aC).
Tras la muerte de ambos, Roma comprendió que era necesario desalojar a los cartagineses de Iberia para evitar una nueva invasión de Roma.
En Italia, mientras tanto, los romanos decidieron tomar la iniciativa y enviaron un gran ejército a sitiar la ciudad de Capua.
Aníbal obligó a los romanos a levantar el sitio, pero no pudo permanecer en la ciudad y tuvo que abandonar por falta de suministros.
Después de que Aníbal se hubiera retirado, los romanos lograron sitiar de nuevo la ciudad. Todos los ataques de Aníbal para recuperarla fueron repelidos. Aníbal decidió entonces dirigirse a Roma y provocar el repliegue de las legiones para defender la plaza, con lo que indirectamente conseguía también el objetivo de levantar el sitio de Capua.
Llegó a las puertas de la ciudad, pero las potentes fortificaciones y la presencia en ella de cuatro legiones le hicieron desistir del empeño. Además, las legiones que sitiaban Capua no se movieron de sus puestos, con lo que finalmente la ciudad no resistió y fue tomada por la República.
Después de la derrota, Asdrúbal Giscón regresó a África y Magón reunió lo que quedaba de sus tropas en Gadir y partió rumbo a las islas Baleares (aún bajo el control de Cartago), desde donde continuó hacia Genua para unirse al ejército desplegado en Italia.
Magón desembarcó en 205 aC y trató de ayudar a su hermano Aníbal, pero fue derrotado en 203 aC muriendo pocos meses después.
Tras la batalla de Ilipa y las que le siguieron, los romanos se apoderaron para siempre de las últimas ciudades iberas que quedaban bajo control cartaginés.
Al año siguiente de la conquista de Iberia, Escipión fue elegido cónsul (205 aC) y decidió atacar directamente la ciudad de Cartago.
Una vez en África (204 aC), los romanos encontraron un aliado que resultaría decisivo: Masinisa, rey nominal de Numidia Oriental, despojado de su trono por Sífax, rey de Numidia Occidental y aliado de Cartago.
Condiciones impuestas por Roma a Cartago:
- pérdida de todas las posesiones ubicadas fuera del continente africano;
- prohibición de declarar nuevas guerras sin el permiso de Roma;
- obligación de entregar toda la flota militar;
- reconocimiento de Masinisa como rey de Numidia;
- aceptación de las fronteras entre Numidia y Cartago que Masinisa determinase;
- pago de 10.000 talentos de plata en 50 años (aproximadamente 260.000 kg);
- mantenimiento de las tropas romanas en África durante tres meses;
- entrega de 100 rehenes escogidos por Escipión como garantía del cumplimiento del tratado.
La Guerra Social
Ya en 95 aC, tras unos años de paz relativa, la aprobación de la Lex Licinia Mucia había provocado un fuerte malestar entre los itálicos. Propuesta por los cónsules Lucio Licinio Craso y Quinto Mucio Escévola, la ley representaba una reacción ante la adquisición fraudulenta de la ciudadanía romana y devolvía al régimen legal que les correspondiera según sus orígenes a quienes se vieran privados de ella.
La revuelta, llamada Guerra Mársica o Guerra Social, empezó en otoño de 91 aC y tuvo como detonante el asesinato de Marco Livio Druso.
Elegido tribuno de la plebe en 92 aC, Druso intentó adoptar una serie de medidas populistas que agravaron el enfrentamiento: de un lado, quiso utilizar la fuerza de la plebe para devolver al Senado su papel tradicional en la política romana y, al mismo tiempo, ante las crecientes exigencias de los itálicos, desplegar toda su energía para obtener compromisos de estabilidad entre dichos pueblos y el propio Senado.Con el apoyo de una parte de la clase senatorial, Druso inició su tribunado con varias reformas, tras las que se escondía el propósito de sumar esfuerzos y de encontrar fórmulas de acercamiento:
- Para granjearse el favor popular, Druso propició la lex Livia frumentaria que preveía distribuciones de trigo entre la plebe a precios muy bajos.
- I para contentar a los pueblos itálicos, les prometió la ciudadanía a cambio de que corriesen con los gastos de una nueva distribución de tierras. Con esta finalidad, elaboró una ley agraria, por la que aquellos pueblos cedían territorios del ager publicus que ocupaban desde la época de los Gracos (principalmente en Etruria y Umbría) e intentó aprobar la lex Livia de sociis que les concedía la ciudadanía romana a modo de compensación para lograr la estabilidad.
Pero la extensión de la ciudadanía a los itálicos (muy superiores en número a los romanos) hubiera significado una reestructuración de las instituciones y la introducción de una serie de cambios administrativos y políticos que no podían ser adoptados sin riesgo, por lo que la mayor parte de la oligarquía romana los rechazó y la ley no fue aprobada.
A partir de ese momento la tensión se disparó y después, cuando probablemente a instancia del Senado Druso fue asesinado, estalló la guerra.
Las comunidades itálicas sublevadas fueron en el sur, los samnitas, lucanos, hirpinos, frentanos, pompeyanos y campanos, al mando de los cuales se situó Gaius Papius Mutilus, principal promotor y organizador del levantamiento; en el norte los marsos, picenos, vestinos, pelignos y marrucinos, comandados por Quintus Poppaedius Silo. También se unieron a la causa gran parte de los galos transpadanos y, aunque por poco tiempo, etruscos y umbros.
Mandos y oficiales del contingente aliado:
- Titus Lafrenius fue comandante del grupo mársico hasta su muerte en combate en 90 aC. Fue sucedido por Fraucus, fallecido también en acción de combate.
- Titus Vettius Scato comandó los pelignos hasta que se suicidó en 88 aC.
- Gaius Pontidius estuvo al frente de los vestinos hasta 89 aC.
- Herius Asinius comandó los marrucinos hasta su muerte en 89 aC. Fue sucedido por Obsidius, también fallecido en combate.
- Gaius Vidacilius comandó los picentinos hasta 89 aC, cuando se suicidó.
- Publius Praesentius probablemente dirigió los frentanos.
- Numerius Lucilius dirigió los hirpinos hasta 89 aC.
- Lucius Cluentius comandó los pompeyanos en 89 aC, cuando halló la muerte en acción.
- Titus Herenius dirigió probablemente los venusinos durante toda la guerra.
- Trebatius pudo haber comandado los Iapigios durante la contienda.
- Marcus Lamponius comandó los lucanos.
- Marius Egnatius dirigió a los samnitas hasta su muerte en 88 aC. Fue sucedido por Pontius Telesinus, que también perdió la vida en acción ese mismo año.
Los pueblos enfrentados a Roma y unidos por la alianza (socii) se declararon independientes, crearon su propio senado y acuñaron moneda común. La nueva república fue llamada Italia y situó su capital en Corfinium, al este de Roma.
Los conflictos comenzaron en Asculum a finales del año 91 aC cuando, reciente aún el asesinato de Druso, la multitud enardecida dio muerte a una embajada de Roma encabezada por el pretor Q. Servilius. La violencia se extendió a todos los habitantes romanos de aquella ciudad.
La rebelión se propagó rápidamente, alentada por la actitud del Senado romano que, a poco de iniciado el conflicto, promulgó la Lex Varia (90 aC), por la que creaba un tribunal de alta traición para investigar las responsabilidades de los que habían inducido a los itálicos a la guerra y que, lógicamente, fueron localizados entre los que habían sido partidarios de Druso.
Durante la primera fase de la guerra, se sucedieron diversas derrotas romanas. Para revertir la situación, en 90 aC el Senado hizo llamar a Mario y lo situó al frente de los ejércitos del Norte. Pompeyo Estrabón (padre de Pompeyo Magno), actuó en el Piceno y L. Cornelio Sila en el Samnio.
Aunque breve, la guerra fue devastadora, tanto por el tamaño de los ejércitos enfrentados como por la dureza de las operaciones. El número de muertos fue elevadísimo y muchas ciudades quedaron totalmente destruídas.
El avance de la guerra sólo se detuvo cuando el Senado cedió y aprobó la Lex Iulia de civitate (90 aC). Esta ley fue presentada por L. Iulius Caesar y concedía la ciudadanía romana a los itálicos que habían permanecido fieles a Roma (las colonias latinas) así como a todos aquellos que, no habiéndolo sido, habían depuesto las armas o las depusieran en un breve plazo de tiempo.
Estas concesiones rompieron la unidad de los aliados itálicos y, de hecho, la mayor parte de los rebeldes se acogió a las medidas.
Poco tiempo después, la Lex Plautia Papiria (89 aC) perfeccionó la inserción de los nuevos ciudadanos, incorporando soluciones de carácter técnico-político y ampliando el derecho a la ciudadanía a prácticamente la totalidad de los pueblos itálicos, a los galos transpadanos y a determinados aliados que se habían distinguido durante la contienda.
Sólo los samnitas quedaron al margen, puesto que continuaron luchando en solitario hasta el año 82 aC.
En esa fecha, habiendo salido en ayuda de Mario en su confrontación civil contra Sila, los samnitas se vieron envueltos en un enfrentamiento en las puertas de Roma. Bajo las órdenes de Pontius Telesinus atacaron al ejército de Sila en la Puerta Collina y tras una dura batalla, Sila se alzó con la victoria poniendo fin simultáneamente a la Guerra Social y a la Primera Guerra civil de la República.
Por supuesto, la resolución de los problemas que implicaba la nueva situación, el proceso de reorganización política, la designación de nuevos cargos, la adaptación de las instituciones autóctonas a las romanas y los cambios indispensables para aproximar sensibilidades tan diferentes, no se lograron con facilidad y sólo quedaron resueltos en toda Italia en el año 49 aC con Julio César.
Emisiones monetarias: cecas y leyendas
Las primeras en circular fueron copias de los denarios romanos, aunque poco a poco consiguieron desprenderse de esa influencia y acabaron incorporando diseños originales propios.
La principal diferencia respecto a los denarios emitidos por el Senado se encuentra en la desaparición de la cabeza de Roma del anverso, que fue sustituída por el busto de Italia, emblema de los sublevados.